Mi primera vez...en el taller...


Ya os dije que tenía que llevar a la Pulguita al taller, y como es mi primera vez os aseguro que no se me olvida en la vida.
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Lo primero es la cara de niñatísima con la que llegué al taller, pensando, como me hagan alguna pregunta más allá de dónde se abre el capó la hemos liado. Imagen a la que contribuí cuando llegué al taller con mi vestido de flores y con una vocecilla infantil, salida de no se donde le dije al hombrecillo:

-¡Mi coche se ha muerto!
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Así que me monto en la furgo del taller y nos vamos a buscar a la Pulgui, le hacen un masaje cardiaco y arranca...

-Me la llevo al taller, pásate en una hora.
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Llego a casa, y a mi decisión de convertirme en mujer independiente y hacer las cosas sola, le sigue una llamada a Raquel:
-Raqueeeeel, porfi vente al talleeeer que luego no lo voy a saber aparcaaaaar.
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Raquel me avisa de que no sabe si le dará tiempo y para quitarme el stress consigo echarme una siestecilla de media hora, que conociendo ya sabéis que se convirtió en un:
mierda, ¡que me he dormido!
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Bajo las escaleras como una loca después de ver las 9 perdidas de Raquel y llego al taller sobada, sobadísima, sin equilibrio, no sé ni cómo me llamo, con la cabeza como un bombo. Ay mare, que sigo dormida. 
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Pago, por eso de que la gente no vive del aire, me pongo mis playeras, divina a juego con el vestido y me subo en el coche.
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Y empieza el cachondeo, que después de mi siesta, de tres años sin coger el coche y con más miedo que vergüenza, tengo que sacar el coche marcha atrás y en cuesta. ¿Estáis de coña? Pues no, no estaban de coña, así que se me caló cuatro veces, se me iba, perdía la fuerza con la risa. Show, show, show.
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El hombre del taller tenía esa mirada entre ternura y descojonamiento profundo, mientras me decía ¿te lo saco? Y yo haciendo la que pretende conducir algún día: no, no, que si no no aprendo en el vida.
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Paso dos, aparquemos. Con lo fácil que parece.

Encuentro hueco y después de unos intentos me quedo en ese punto en el que me bloqueo, no sé para donde tengo que mover el volante y solo puedo pensar, uis,...voy a dar al otro coche.
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Quién dice pensamiento, dice que si pongo una lata de coca-cola entre mi coche y el otro no se cae de lo pegada que me quedé. No está mal, peor sería que no se cayera un folio, o peor aún, peor sería si tuviera que sacar un trapito para limpiar el rascuñón y ver si lo he rayado mucho jejejej.
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Pero en ese momento apareció mi segundo rescatador, tachán, el peluquero abandona su negocio, sale por la puerta y con más paciencia que un San Luis, me guía, me guía, me guía.

Eso si, afónica me quedé de decirle...espera, espera, espera...es lo que tiene tener dirección insistida o resistida, que eso de maniobrar con el coche en marcha es un imposible.
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Y ahí está la Pulga, aparcadita a medio metro de la acera, descojonada cada vez que paso, esperando a que le eche un par de azucarillos y la arranque otra vez... porque sé que en el fondo me tiene cariño, que si no...
Celina dijo...

Toreraaaaaaaaaaa...torera¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ ...

besetes

Enrique Palacios dijo...

jajaa eso del retroceder y no saber para donde mover el volante me pasaba siempre al comienzo, y sólo quedaba hacer el famoso ensayo y error :P


Besos Rosqui :)

Rosqui dijo...

jijijiji no sabéis que presión...no lo sabéis jajajaja!

Muakkkks

Raqueluchi dijo...

Y muuy bien que quedo, que por indicaciones hubieramos terminado encima del coche que estaba aparcado o atropellando a los chinos de la tienda.. jiji

Besines

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