Parques temáticos. La Warner, el infiesno adulto.

Este finde he estado en la Warner, era mi primera vez. Jo, que bonito, con su casa de Piolín, sus atracciones para divertirse, sus sitios para comer súper chulis.

Bien, ahora viene lo que os gusta.

Lo primero que tengo que decir es que odio a Piolín y al Correcaminos, mi personalidad empática me hizo crecer sufriendo por un pobre coyote y un pobre gato que siempre acababan puteadísimos. Exijo ver un episodio en el que Piolín y el Correcaminos con su bip-bip acaben triturados.

Nada que objetar contra Superman, Batman o Los Picapiedra, gente maja.
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Mi queja número dos se la dedico al precio de las entradas ¿40 pavos? Por ese precio exijo ver por lo menos tíos musculados en gayumbos. Ah, claro, que para eso está Superman. Vale, entonces me callo y agradezco el descuentito que me hizo pagar solo 15 €
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Y paso a las atracciones, esas máquinas de tortura en la que los niños disfrutan como locos porque son de goma y todavía no han descubierto sensaciones como el vértigo.

Yo estoy mayor y soy una paranoica,lo primero que hago al subirme a una atracción es decir, uff, qué agobio, me han apretado mogollón el cinturón, te lo juro, ¡qué agobio!

Y una vez puesta en marcha la atracción, muevo el brazo y tiro de la cuerda, ¡este cinturón está flojísimo! Mientras aprieto, aprieto, aprieto.

Claro, que mi actuación más vergonzosa no fue esa en la que podría haberme partido la espinilla haciendo presión contra uno de los vagones en una bajada, sino esa en la que después de repetir 500 veces en la cola, nos montamos dos veces, montamos dos veces, en cuanto giró la plataforma y nos tiraron de espaldas, me faltó llorar. Nota mental: preguntar en las atracciones si te tiran de espaldas.
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Sí, soy humana y tengo miedos incontrolables, los mismos que me hacen pasármelo como una enana, (de edad, cabritos, no de estatura, mi metro y medio largo dan para mucho).
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Y me pregunto si esto de que según creces se te vaya activando una parte del cerebro en la que pone "acojonamientos varios", está estudiado clínicamente.
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Porque no recuerdo que cuando de pequeña y me tiraba a la piscina sin saber nadar, o cuando jugaba a ir saltando cada vez más escalones (el límite de escalones era el hostión), pensara, ¡uis, cuidado Rosqui!
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Y sí, amigos, una vez superada la cola del Superman me rajé en el último momento. Podría decir que me arrepiento y razonarlo, pero no, la verdad es que pensé en la bajada y el looping y se me aflojaron las chichas.

Eso sí, para paranoia una casa en la que las paredes giran y giran, mientras tú simplemente te balanceas, aunque la sensación sea que el que giras eres tú y no la pared.
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Creo que me he explicado bien, pero voy a utilizar un simil que todos conocemos para explicar la sensación, ese momento en el que te acuestas más pedo que Alfredo y todo gira y gira, aunque uno esté plácidamente en la cama. (Pedoficonsejo: poner un pie en el suelo o sacarlo de la cama)
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Aunque creo que quedo con las cabinas secadoras que hay a la salida, por ayudarme a comprender cómo se sienten los alimentos en el microondas.

En fin, pequeños, si no habéis ido os recomiendo que rebusquéis un descuento y os acerquéis un día, porque merece la pena.
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